Siempre he tenido miedo a la soledad, para qué mentir. Siempre he temido a dar un paso, cagarla, y que todos los que rodean me den la espalda. ¿Por qué? Porque ya ha ocurrido cientos y cientos de veces. Siempre he tenido miedo a hablar de más y decir algo hiriente, de hacer algo de mal gusto. Me he tomado muy a pecho el hecho de que no me quieran en cierto grupo o me dejen de lado (y mi vergüenza nunca me ha ayudado en ello).
Pero estas Navidades, las cuales he pasado sola, acompañada de mi escasa familia y encerrada en casa, me he dado cuenta de la importancia de la soledad. He disfrutado de mi tiempo libre lo máximo posible: he leído sola, he dado paseos sola, he visitado sitios sola y no me ha pasado nada grave. ¡Todo lo contrario! He aprendido que la soledad es buena en muchos sentidos, te hace reflexionar de lo que tienes, de lo que quieres, con las personas que lo compartes, tu actitud, tus amistades... Te hace analizar la realidad. (O al menos en mi caso.)
Gracias a esta reflexión, haré que mi vida cambie. No dependeré de los demás y seré muchísimo más independiente.
Celeste.